CURIOSIDADES BÉLICAS #24: Belchite. Dos semanas al límite.

Finales de Agosto de 1937. Verano sofocante. El sol, abrasador, golpea con saña cada rincón de una modesta localidad aragonesa. Se trata de Belchite, emplazada a 50 km. al sur de Zaragoza (España). Sus casi dos mil habitantes padecen los estragos de la climatología. Pero las altas temperaturas pronto quedarán relevadas a un segundo plano, pues la guerra llama a las puertas de este enclave estratégico. Nadie se imagina el resultado de lo que, en cuestión de horas, está a punto de desatarse sobre Belchite.
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Vista de Belchite antes de la guerra.

Desafiante, el campanario de la iglesia parece rasgar el cielo despejado. Bajo el arco de la entrada de la villa, pintoresco donde los haya, algunos soldados del bando sublevado buscan el alivio que concede la sombra.
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En otros puntos de la ciudad, como el hospital, los conventos y la comandancia, sus ocupantes resoplan hastiados por el bochorno. Algunos, abatidos por el pesado ambiente, dormitan para evadirse de las altas temperaturas. Ni siquiera la suave brisa que procede desde un pequeño cauce de agua que discurre por el norte de Belchite puede aliviarlos.
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Ya al atardecer, a lo lejos, un rumor alerta a los que, muy pronto, se convertirán en los enconados defensores de Belchite.
Antecedentes de la batalla.
A comienzos del mes de Julio del mismo año, en los alrededores de Madrid, una ofensiva republicana lanzada sobre el sector de Brunete pretende aliviar la presión que, al mismo tiempo, ejercen las tropas nacionales en el norte de la península. En este ataque, las fuerzas republicanas emplean blindados para abrir brecha en las líneas enemigas. Pese a que cosechan una serie de éxitos iniciales, que incluso logran que el propio Franco se vea obligado a detener la ofensiva del Frente Norte (durante un mes aproximadamente), el ímpetu de la acometida pierde fuerza durante los días finales del mes.

El intenso calor cae como una losa sobre los combatientes. La sed se revela como una enemiga letal de aquellos que, a campo abierto, se dejan la piel para avanzar un metro a pecho descubierto. En el caso de los que defienden sus posiciones, tampoco se libran de los reveses del tiempo, inmisericorde con unos y otros.
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El resultado de las tres semanas de intensa lucha se salda con más de 30.000 bajas entre muertos y heridos. Nacionales y republicanos han pagado un alto precio por un escaso cambio en la línea del frente. Para muchos de los atacantes, lo peor de todo, se traduce en que el esfuerzo efectuado apenas ha conseguido lograr su objetivo, pues algunas ciudades del Norte peninsular terminarán por caer en manos de las tropas nacionales poco después…
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Esta entrega al completo, y muchas más, disponible en mi reciente publicación titulada «Soldados. Hazañas y batallas».

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Ⓟ y Ⓒ Daniel Ortega del Pozo
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